Cómo entender el conflicto palestino-israelí y no morir en el intento, parte I

25.11.2012 17:29

Los últimos ataques entre palestinos e israelíes han ocupado todos los titulares de los últimos días, y no sin motivo. Muchos hemos observado el conflicto con preocupación, pues recordaba mucho a la relativamente reciente “Operación Plomo Fundido”, en la que no sólo 1340 palestinos (670 de ellos civiles) y 13 israelíes perdieron la vida, sino que las condiciones de los primeros se volvieron más extremas si cabe. Sí, lo has leído bien: la diferencia en el número de víctimas dista mucho de ser equitativa, pero es que estamos ante un complejísimo conflicto que de ningún modo puede considerarse ecuánime. Tampoco es reciente; para comprender bien las causas que han llevado a una situación de este calibre es necesario retroceder más de un siglo y salirse de los tópicos religiosos. Porque una cosa está clara: las guerras pueden tener causas religiosas, pero éstas no son más que factores superficiales; los intereses políticos y económicos no entienden de dioses.
 
 
Al finalizar este curso, será capaz de entender esta imagen.
 
Si ya confesé en mi anterior entrada sobre el Muro de Berlín que siento una debilidad por la historia contemporánea, el conflicto palestino-israelí es directamente una obsesión. ¿El problema? Es imposible resumirlo. Por mucho que se intente ofrecer una explicación breve y concisa de la situación en Oriente Medio, esta nunca será suficiente. Pero bueno, me gustan los retos, e intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Otra dificultad radica en lo complicado que resulta mostrarse imparcial en este asunto. De nuevo: me gustan los retos, e intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Las guerras son precisamente eso, guerras, y al final son los civiles de ambos contingentes los que sufren las consecuencias.
 
Antes de entrar en materia, definamos un término esencial: sionismo.
 
Es bastante común confundir los términos “semita” y “sionista”. Es curioso, puesto que designan dos conceptos totalmente distintos. Los semitas son todos aquellos que hablan una lengua semítica, como el hebreo, pero también el árabe. Es como si dijéramos que los españoles, franceses e italianos somos “románicos” y los daneses y alemanes “germánicos”. ¿Por qué se habla entonces de antisemitismo para referirse al odio hacia los judíos? Pues, seguramente, porque alguien en su momento no atendió en la escuela y el resto le siguieron la bola. Hoy en día se recomienda utilizar el término “antijudaísmo” y hablar de “antisemitismo” exclusivamente para referirse al holocausto. Que no se diga que no aprendéis cosas, ¿eh?
 
Un mapa mental vale más que mil palabras
 
 
Rebobinemos. Sionismo. Los judíos llevaban milenios sufriendo en sus propias carnes la discriminación por motivos religiosos y anhelando “la Tierra Prometida”. Tantas veces habían sido expulsados de un territorio (Babilonia, España, Rusia…) que encajaban a la perfección dentro del término “diáspora”. Una diáspora es un fenómeno sociológico y geográfico por el que un pueblo o una etnia no cuenta con un territorio físico concreto, sino que está dispersa por el mundo, formando pequeñas comunidades. Españoles por el Mundo, pero a lo bestia. A finales del siglo XIX, el odio hacia los judíos era tan patente (tanto como para provocar una crisis judicial en Francia denominada ¨Caso Dreyfus”), que un señor llamado Theodor Herzl escribió un manifiesto. Según él, su pueblo tenía que dejar de asimilarse en otras culturas y formar, por fin, su estado propio. Ese movimiento fue el origen del sionismo. Al principio, a ojos de muchos, Herzl no era más que un idealista que quería construir castillos en el aire. Sin embargo, poco a poco se fue ganando adeptos que apoyaron sus ideas de forma incondicional, tanto que la construcción de un estado israelí ya no parecía una utopía. A partir de entonces, Herzl se dedicó a viajar por distintos países para conseguir apoyo internacional. A pesar de que en un primer momento consideró Argentina como un posible huésped, el buen hombre terminó decidiéndose por la península del Sinaí, que se encontraba dentro del Imperio Otomano (también conocidos como “los turcos”). Amparados por el movimiento sionista, laico en sus orígenes, un número considerable de judíos hicieron las maletas y se plantaron en la Tierra Prometida.  De nuevo, la historia nos demuestra que una mera decisión es determinante para el futuro de las naciones, y a veces me pregunto qué habría pasado si se hubieran dirigido al Cono Sur.
 
Este señor de aquí es Theodor Herzl...
... y la mancha verde es el Imperio Otomano en 1914
 
 
 
Y llegó la I Guerra Mundial…
 
…y a los otomanos no les fue muy bien. Vamos, que perdieron sus territorios. Como consecuencia, el Reino Unido proclamó elMandato Británico de Palestina, en el que la inmensa mayoría de habitantes eran árabes musulmanes. A pesar de que los británicos contribuyeron enormemente a la mejora de las condiciones de los habitantes, fueron un poco “traperos” en el tema de los acuerdos internacionales: por un lado, prometieron a los árabes que podrían formar un gran Estado árabe unido en Oriente medio en cuanto el país estuviera preparado para manejarse por sí solo. Por el otro, habían ratificado la Declaración Balfour, por la que se fomentaría la creación del Estado judío en el territorio palestino. Con una condición: que no se hiciera “nada que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gozasen los judíos en cualquier otro país”. Un bonito juego a dos bandas.
Podéis leer la traducción de la Declaración Balfour aquí.
 
 
Con el establecimiento del Mandato comenzaron a llegar olas de inmigrantes judíos, que, para variar, sufrían la ira racista de sus países de origen. Al principio, la mayoría árabe no se mostró especialmente contrariada, pero con el paso de los años (o quizá meses), empezaron a verle las orejas al lobo. Tanta gente llegaba que los nativos comenzaron a revelarse, y la situación a principios de los años treinta terminó siendo insostenible. El gobierno del Mandato se decidió a restringir la inmigración con cupos, pero los judíos siguieron llegando en masa, sobre todo teniendo en cuenta el inminente ascenso de los movimientos fascistas. Y claro, la Declaración Balfour no era muy concisa que digamos, y daba lugar a diversas interpretaciones. ¿Cómo podían hablar de "los límites de Palestina", si estos todavía no estaban delimitados? ¿A qué se refieren con “perjudicar los derechos de las comunidades no judías”?
 
Mandatos británicos y franceses
Me encantan las fotos viejunas <3 
 
Los años siguientes transcurrieron en medio de un clima de hostilidades que fue en aumento con el paso del tiempo, dando lugar, entre 1936 y 1939, a la “Gran Revuelta Árabe". Llegó un momento, en 1947, en el que se hizo patente que, en aquellas circunstancias, ambos pueblos simplemente no podían vivir en paz. No quedó otra opción que promover una intervención internacional. La ONU creó en verano de ese año una comisión especial para ocuparse del tema, y esta presentó dos posibles soluciones: A) se creaban dos estados independientes en ese territorio y dejaban a Jerusalén bajo supervisión internacional durante una temporada, B) conseguían de algún modo que ambos pueblos viviesen en amor y compañía y dejaran de odiarse (así, de un día para otro). La votación por lo primero fue aplastante, por lo que la comisión presentó dicha propuesta ante la Asamblea de Naciones (jefes jefazos del orden mundial) para someterla a votación. La verdad es que presentaron una partición del territorio bastante curiosa, y que no beneficiaba en absoluto a los palestinos, pues los judíos se quedaban con una porción de territorio mayor a pesar de seguir siendo inferiores en número. Como diría mi madre: además de cornudos, apaleados. 
 
 
El problema de estas votaciones internacionales vinculantes es que hay demasiados intereses ocultos que impiden a los políticos pensar en una solución justa con toda sensatez. Las alianzas entre países quedaron muy patentes en la postguerra (estamos hablando del año 1947), y aquello no ayudó en absoluto a una palestina que no obtuvo más apoyos que los de los otros estados musulmanes, con alguna excepción. Como se puede esperar, los habitantes originarios del no-estado se sintieron amenazados.
 
En verde, los países que votaron a favor. En marrón, los que votaron en contra. En amarillo los que se abstuvieron. El resto ni pintó ni coloreó.
 
 
El Reino Unido se comprometió a que la Resolución 181, que así se llamó al plan de repartición de Palestina, entrase en vigor el mismo día que el Mandato Británico llegara a su fin, y así lo hizo. Habían pasado seis meses desde la votación de la Resolución y, durante todo ese tiempo, la Liga Árabe estuvo amenazando con responder de forma armada si el plan se hacía efectivo. El 14 de mayo se proclamó el Estado de Israel; el 15 se fueron los ingleses y esa misma noche el ejército egipcio cruzó la frontera, dando comienzo a la Guerra de la lndependencia. Esta terminó el 7 de enero del año siguiente con la victoria absoluta de Israel, que aumentó su territorio en un 23%. La ONU firmó la Resolución 194, por la que los numerosos palestinos que se habían refugiado en otros países podían volver a su tierra o recibir una compensación económica si decidían quedarse en su nuevo destino. Suena muy bonito y condescendiente, pero resulta que la Resolución 194 fue la primera de muchas, todas ellas redactadas con el propósito de proteger los derechos de la población palestina. Huelga decir que estas resoluciones, a dia de hoy, no se respetan. Pero eso forma parte de la segunda parte de la historia. To be continued…
 

https://blandibloo.blogspot.com/2012/11/como-entender-el-conflicto-palestino.html